El ser humano siempre está en esa constante búsqueda, pero buscamos en los lugares equivocados; aparte todo lo queremos lograr sin mucho esfuerzo. Dios en su infinita misericordia, no sólo desea que tengamos la vida eterna, sino que aquí vivamos bien, en armonía, en plenitud de gozo y en paz. El significado de paz es un concepto pleno, que es la paz de Dios, actuando de manera personal para aplicarlo a nuestro entorno. Dios desea que los frutos de Su Espíritu broten de nuestro ser de una manera espontánea como consecuencia de una constante y estrecha relación con Él.
Esta relación se ejemplifica con el canto que dice: “ Oh, ¡Amargo dolor y tristeza! Que en otro tiempo pudo haber tanto orgullo que dije a Cristo: ‘Todo de mí nada de Ti.’ Él me buscó, lo contemplé, sangrante en la cruz lo vi, y le dije con mucha tristeza ‘algo de mí y algo de ti’. Día tras día su tierno amor me conquistó, haciéndome sentir humillado, hasta que susurré ‘Menos de mí más de ti’ Más alto que el alto cielo, más profundo que el hondo mar es el amor que me impulsó a decir ‘nada de mí y todo de ti’.”
Nuestra relación comienza cuando hemos confesado que Jesucristo es nuestro Señor y Salvador, el cual es nuestro llamado de Dios. A como manifiesta el canto, esta relación comienza un poco egoísta a pesar de haber tenido el llamado de Dios. Al acercarnos a Cristo, crucificado y resucitado nuestra relación madura y podremos vivir plenamente nuestro llamado de Dios si con nuestra mente, alma y corazón decimos con convicción los últimos versos del canto “Nada de mí y todo de Ti”; es entonces que vamos a dar los frutos del Espíritu que son humildad, mansedumbre, paciencia, amor, todo con un sólo objetivo conservar en paz la unidad del espíritu. Y en este peregrinar encontramos lo importante que es nuestra vida y como tener un vida en abundancia.
— Hna. Fidelina Domínguez Ministerio de Servicio Cristiano
Renovación Año 4 – Edición 15