Hogar y familia

La paz verdadera se obtiene permaneciendo en Dios, la perfecta paz será la herencia de los santos en el reino de Dios. El cristiano maduro está en paz con Dios, consigo mismo y con el mundo que lo rodea. La paz del cristiano no depende de la situación pacifica del mundo que lo rodea, sino de que el Espíritu de Dios more en su corazón (Mt. 11: 28-30; Jn. 14:27) Celebremos con gozo y alegría este día especial dedicado al Día de las Madres.

¡Madre! en esta palabra se encierran todos las ternuras, se funden todos los amores y se conjugan todas las esperanzas. Ella es el ángel de Dios en la tierra. Madre eres más bella que todas las reinas bellas, tu corazón es tan grande como todo el universo y con tu amor nos has bendecido. Para el hijo, la madre es su bendición más grande, por eso debemos obedecer en el Señor a nuestros padres, recordemos el mandamiento con promesa, por eso debemos amarla, honrarla, estimarla cada momento de nuestra vida.

El amor de una madre es el combustible que le permite al ser humano hacer lo imposible. Una madre es capaz de dar todo sin recibir nada, de querer con todo su corazón sin esperar nada a cambio; confía en sus hijos cuando todos los demás han perdido la esperanza. Gracias a Dios por darnos una madre.

La madre es sacerdotisa, nos lleva a Dios en adoración y fe; es maestra que nos enseña con palabras sabias, es conductora que nos guía con amor constante.

Hijo sé bueno con tu madre, ámala tiernamente, tenla presente en tus oraciones, sírvela con todos tu fuerza.

Muchas mujeres hicieron el bien; más tú sobrepasas a todas. – Proverbios 31: 29 

— Hna. Daisy García Ministra Servicio Cristiano
Renovación Año 4 – Edición 22