El Salmo está formado por tres estrofas, la primera (vv. 1-3) es una acción de gracias; sigue una súplica en cuatro versos (4-7), y con una introducción (8) sigue un mensaje de salvación próxima. La relación entre las partes se puede comprender del siguiente modo: “Tú, que un día nos restauraste, restáuranos ahora; tú, que un día apartaste la cólera, ¿hasta cuándo seguirás airado?” El Salmo se inicia y culmina con “la tierra”: “tu tierra” (v. 1) y “nuestra tierra” (v. 12; v. 9). El sueño del Salmo 85 es que “nuestra tierra” se transforme a imagen de “tu tierra” y ambas sean verdaderamente una sola cosa, una tierra en la que Dios y el hombre se abrazan.
Los vv. 8-13 constituyen un mensaje unitario. En este mensaje se anuncia la conclusión del drama que turba al universo. Reconciliados, cielo y tierra se darán el abrazo de la paz. Como el sol penetra la tierra para despertar la vida, así la misericordia hará nacer la fidelidad de los hombres. Justicia y paz se besarán porque el respeto del orden de Dios no puede sino dar paz y tranquilidad. La paz en la tierra es un fruto del cielo sembrado por Dios. La salvación germina sobre las huellas de la justicia de Dios.
El mensaje es dirigido al pueblo que espera y su contenido es la salvación y la paz. La paz, que es plenitud de vida, es destinada al pueblo de Dios, a los fieles, a quien se convierte. El mensaje presenta a un Dios deseoso de establecer una comunión con el hombre. Ahora se anuncia una gran alegría, la gloria de Dios habitará en la tierra y habrá paz. De esta presencia renovada surge el mapa de un mundo nuevo, cuyas dimensiones horizontales (v. 10) y verticales (v. 11) son ocupadas por los cuatro atributos del Señor.
La misericordia -la virtud específica de la Alianza- y la fidelidad se abrazan, dando inicio a una historia de amor que se hace explícita en el beso de la justicia y la paz. Se reconstituye así, el proyecto de armonía que estaba en la base de la creación (Gén 2, Is 11). El mundo que está por ser generado se asemeja cada vez más a aquel designio que Dios siempre ha concebido, el “reino de verdad y justicia, de amor y de paz”.
— Tomado de Umbrales
Renovación Año 4 – Edición 34