3er domingo de adviento: Alegría: Un regalo a recibir

Tengan siempre la alegría del Señor; lo repito, estén alegres. Que la bondad de ustedes sea reconocida por todos. El Señor está cerca. No se aflijan por nada, más bien preséntenselo todo a Dios en oración, pídanle y también denle gracias. Y la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús. – Filipenses 4:4-7

Cuando escribe a la comunidad de Filipo, Pablo está en Éfeso, encarcelado a causa del Evangelio; tendría todas las razones para estar triste y abatido, sin embargo, toda su carta es una invitación a la alegría, repetida como un estribillo. Invitación que aparece por primera, al mencionar el Apóstol su condición de prisionero: incluso si tuviera que dar la vida por la fe de ustedes –dice a los Filipenses– lo haría contento y alegre, “de la misma manera también ustedes alégrense y celébrenlo conmigo” (Fil 2,17-18). Después, expone sus proyectos apostólicos e inmediatamente retoma el tema de la alegría: “Hermanos míos, ¡alégrense en el Señor!” (Fil 3,1). Finalmente, nos encontramos con la exhortación más explícita e insistente que recoge la lectura de hoy: “Tengan siempre la alegría del Señor; lo repito, estén alegres” (Fil 4, 4).

¿Cuál es el motivo de la alegría de los filipenses? No se trata del éxito en la vida, de la buena salud, de la abundancia de bienes, de la ausencia de preocupaciones (Pablo y los Filipenses tenían las mismas que tenemos hoy nosotros), sino la certeza de que “el Señor está cerca”. Este es el pensamiento que acompaña al cristiano y que lo convierte en una persona amable, atenta, generosa para con todos (Fil 4, 5).

La fe da la certeza de que todo lo que sucede forma parte del plan de Dios y, por consiguiente, todo terminará bien. Los que están animados por esta confianza nunca se desesperan, no se dejan llevar por la ansiedad ni caen en la angustia, sino que exponen al Señor cada necesidad en la oración (Fil 4, 6), y de esta unión con Dios obtienen como regalo la paz. La alegría es fruto exclusivo del Espíritu y sólo podemos poseerla como don recibido. 

— Tomado de Celebracion de la Palabra 
Renovación Año 4 – Edición 50