Cristo es todo y está en todos

Para que esto se haga realidad en nuestras vidas debemos “hacer morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal” Col. 3: 5a, rompiendo con el pasado, derribando los viejos hábitos y dejando atrás la vieja manera de vivir que se caracteriza por “ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras deshonestas”. Ahora que hemos tenido un encuentro personal con Cristo y hemos resucitado con Él somos “nueva creación lo viejo ha pasado y ha comenzado algo nuevo” 2 Cor. 5: 17b. Una nueva vida en Cristo que reproduce en el creyente la clase de carácter que Dios exhibe en Cristo. Esta nueva manera de vivir debe hacerse realidad en nuestras relaciones con los demás las cuales deben estar basadas en los sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia.

Otra característica de nuestra nueva manera de vivir es la de soportarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tenga motivo de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor nos perdonó, perdonémonos también nosotros.

Todo esto es “el fruto del Espíritu,” Gál. 5: 22-23 es decir el amor en acción el cual es la fuente y el generador de nuestra nueva vida. El que nos vincula con los hermanos/as en unión perfecta. Sólo por medio del amor lograremos ser lo que Dios quiere que seamos para que cuando Cristo, que es nuestra vida se manifieste en su segunda venida, nosotros seamos manifestados con Él en gloria.

— Hno. Mauricio Rivas, Diácono
Renovación Año 5 – Edición 18