En este contexto, el rey David le implora al Señor “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.” ¿Qué pide el salmista? “Crear”, es traer a la existencia lo que no existía antes. Pero ¿A que se refiere el texto al decir “un corazón limpio”?, bueno un corazón limpio es aquel que está libre de rencor, libre de odio, libre de ataduras que lo lleven a hacer lo contrario de lo que Dios le ha mandado a hacer. Un corazón limpio es un corazón alegre, pues es un corazón sano, la Biblia dice que el corazón alegre hermosea el rostro, es decir que el interior se reflejará en el exterior. Un corazón limpio es aquel que ve las cosas que le ocurren a diario como una forma más para que el poder de Dios se perfeccione en su vida, un corazón limpio anhela agradar a su Padre, un corazón limpio es aquel, que busca la perfección a sabiendas que tiene un largo camino que recorrer. También pide que lo renueve, ¿Qué es renovar? es una transformación, un cambio radical de espíritu y corazón. El salmista ha notado que nació con la tendencia a pecar.
Ahora, además de perdón, pide un cambio de corazón para no volver a vivir en rebelión. Y “Un espíritu recto” es aquel que no quiere perder su objetivo, es aquel que “pese a”, quiere seguir buscándolo y no se rinde por nada; un espíritu recto es aquel que se agrada en hacer la voluntad de su Padre y no mirar atrás.
Como creyentes de Jesús, confesamos que hemos nacido de nuevo y todas las cosas son hechas nuevas. ¿Cómo puede nuestro corazón ser hecho nuevo?
Entregándoselo a Dios. “Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos.”
(Proverbios 23:26)
“Arrojen de una vez por todas las maldades que cometieron contra mí, y háganse de un corazón y de un espíritu nuevo.”
(Ezequiel 18:31)
Dejando que Dios lo limpie. “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.” (Salmos 51:7)
“ Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.” (Ezequiel 36:26-27)
Confesando nuestro pecado “Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable.” (Salmos 51:3-4)
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga.” (Salmos 51:10-12)
Dios nos guíe por medio de su Espíritu Santo en la transformación de nuestro corazón, para que nuestro testimonio de vida, evangelice la vida de aquellos que hoy aún no conocen la verdad restauradora que es Cristo.
Renovación Año 5 – Edición 2