El problema es que muchas veces como ya hemos confesado a Jesús como Salvador y tenemos muchos años de estar en el redil pensamos que ya la hicimos y caemos en el mismo error de los que cuestionaban a Jesús. Nos aferramos a las tradiciones de las denominaciones y a la interpretación constantiniana de la obra redentora de Jesús. Nos pasa como Jesús lo explica al concluir su respuesta sobre el ayuno “Nadie que prueba el vino añejo parece querer el vino nuevo. Pues dice: “El añejo es mejor”.” Lc. 5: 39. Esto también lo expresamos cuando decimos que los tiempos pasados fueron mejores negando todo el avance tecnológico para el bienestar del ser humano. En nuestra iglesia también hay vino nuevo: jóvenes al frente de campos misioneros, clases de la E.B.D., Sociedad de Intermedios y nuevas maneras de celebrar a Cristo.
Es necesario que oremos a nuestro Señor pidiendo que renueve nuestra vida por medio del Espíritu Santo para poder ser colaboradores de Él en la lucha por transformar este mundo en el cual pareciera que ya no hay esperanza y que todo está perdido.
Al igual que Jesús nosotros sus discípulos “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Ef. 6: 12. Hoy estos poderes podrían ser identificados con el estado, la política, la clase social, el conflicto social, el nacionalismo, la opinión pública, la moral aceptada por la mayoría, las normas de comportamiento (la idea que se tenga acerca de qué es decente), las drogas, el alcoholismo, la inmoralidad sexual, el hambre, la pobreza y la guerra.
Nosotros en Cristo somos nueva creación llamados a transformar estas realidades, proclamando la resurrección victoriosa de Jesús que significó el juicio sobre los enemigos de Dios los cuales fueron derrotados públicamente en la cruz.
— Hno. Mauricio J. Rivas Urrutia Diácono
Renovación Año 5 – Edición 3