(1) Confróntalo
Hay un momento, un lugar y un modo adecuado para hacerlo. Antes, ora y pídele a Dios que guíe tus pensamientos y tus palabras. Entonces, expresa lo que hay en tu corazón, de una manera humilde y no condenatoria. Y después, deja el resto al Señor. Él hará los cambios necesarios mucho mejor que tú.
(2) Libéralo
Dios no sólo nos pide que nos perdonemos mutuamente sino que además nos da la gracia para hacerlo. Puede que tú te apartes de alguien, ¡pero eso no significa que el Señor lo haga! Él le tratará de manera correcta y llevará a cabo el resultado correcto, algo que tú no puedes hacer.
(3) Recuerda la cantidad de veces que el Señor te ha perdonado a ti
Pablo dijo: “…perdónense… así como el Señor los perdonó…” (Colosenses 3:13). Cuando te veas tentado a “lamerte las heridas” o dar un porrazo, reclama el precio que Jesús pagó por cargar con tus pecados. Ver las cosas a través de estos “anteojos” te ayudará a perdonar a quien sea.
(4) Ora por el ofensor
El perdón significa no permitir que el que te hizo mal siga hiriéndote. Jesús dijo: “Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.” Mateo 5:44. Sin mostrar misericordia, la vida se convierte en un círculo interminable de resentimiento y venganza. Pero si caminas con amor, experimentas libertad
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Tomado de Devociones Cristianos
Renovación – Año 5 – Edición 30