La humanidad muchas veces se ha alejado de Dios pero Él, en su amor la ha buscado tomando la iniciativa como nos dice Ezq. 36: 26 “Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen y les pondré un corazón de carne.”
Dios en los últimos tiempos ha tratado con la humanidad por medio de su Hijo. “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es,” Heb. 1:3. El evangelio de Marcos en el capítulo tres narra cómo los fariseos vigilaban a Jesús para ver si sanaba a algún enfermo en el sábado, Jesús sabiendo sus intenciones (“La gente se fija en las apariencias, yo me fijo en el corazón.”) 1Sam. 16: 7b) pone en medio al enfermo de una mano paralizada y pregunta ¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar? Pero ellos permanecieron callados.
Los fariseos callan porque piensan que Jesús les pregunta sobre la acción sanadora que va a realizar en el hombre de la mano paralizada. Pero en realidad Jesús les pregunta a ellos si en sábado (día de reposo) es correcto hacerle mal, acusándolo para que lo maten. Ellos al igual que muchos en nuestro tiempo no escuchan la voz de Dios, prefieren la oscuridad que la luz y se aferran a sus dogmas, a sus principios.
Entonces Jesús se les queda mirando enojado (indignado) ¿Jesús enojado? Ese no es el Jesús que predicamos, pero sí, Jesús se enoja; trae condenación “Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos.” Jn. 3:19
Jesús siempre nos invita a la luz nos desafía a tomar nuestra cruz y seguirle y cuando no lo hacemos, su enojo no se vuelve odio sino que se entristece por el corazón de piedra que tenemos. Nosotros sus discípulos le damos gracias porque nos ha puesto un corazón de carne en el que ha derramado su Espíritu. Llenos de ese amor somos llamados a transformar este mundo anunciando la luz admirable de nuestro Señor para que otros corazones de piedra sean hechos de carne.
— Hno. Mauricio Rivas Diacono
Renovación Año 4 – Edición 5