El camino del cristiano

El final del versículo 2 dice: “Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!”. Sobre esto quiero decir dos cosas. Primero, si alguno de ustedes está en este momento empezando a acercarse a Dios, y tal vez se siente inseguro, no sabe si es cierto, si es conveniente; o si alguno no está seguro de haber recibido esa gracia de Dios, este versículo es la respuesta: ¡éste es el día! Hoy es el tiempo de recibir esa gracia, que sólo se recibe de una manera: por medio de la fe. Confiando en que es cierto y actuando en consecuencia. La forma más directa de decidir seguir a Cristo, es hablarle y decírselo: “Dios, quiero esto, quiero vivir en tu gracia, quiero caminar contigo”. Y la segunda cosa tiene que ver con esto: si ya tengo una actitud de seguirlo, si ya tengo una relación con Él, es decir, si creo en que la vida está en Cristo, entonces no hay motivo para dudar. Su gracia ya me pertenece. No voy a ser salvado, sino que ya fui salvado, “hoy es el día de salvación”. 

En el capítulo 2 encontramos que no necesitamos recomendarnos a nosotros mismos, porque es Dios mismo el que testifica a nuestro favor. En este capítulo 6 parecería que hay una idea contradictoria, porque dice que “a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio” (6:3). Ahora bien, hay una diferencia entre que me recomiende a mí mismo y que no se desacredite mi servicio. Lo que Pablo nos está recordando acá es que la base de todo es el amor. Si yo trato a alguien con dureza, o soy incoherente con mi propio mensaje de amor, de respeto, de perdón, estoy provocando el tropiezo de otros, van a decir “esto es todo apariencia”, y se van a apartar de Dios. Desacreditar tiene que ver con descreer. Mi servicio se desacredita cuando causo que mi mensaje sea poco creíble, justamente por incoherente con mis actos. Predicar es vivir. 

Pero, ¿vivir cómo? Bueno, Pablo es bastante claro. Acreditarnos como servidores de Dios, caminar como cristianos, tiene que ver con un elemento fundamental: entrega. Lo que tiene que caracterizarnos como cristianos, como servidores, es nuestra entrega. Es lo que le da veracidad a nuestro mensaje, lo que pone de manifiesto la gracia y la gloria de Dios. El decir entrega, significa jugarnos todo por el bienestar de otros y por el mensaje práctico que predicamos. O sea, para ponerlo en otras palabras, predicar es vivir el mensaje que queremos mostrar: gracia, amor, paz, perdón. Pero vivir eso es llevarlo a la práctica sin pensar en las consecuencias, es vivir como Cristo quiere que vivamos. ¿Estamos predicando con nuestra vida? 

— Tomado de Mi vida Junto a Dios
Renovación Año 4 – Edición 6