Haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio

Y así vemos, estimado oyente, que hay muchas personas que tienen comezón o desazón para oír. Les gusta oír hablar de cosas extrañas, raras, sobrenaturales. Quieren ser entretenidas, pero no quieren que se les comunique la Palabra de Dios. Continuemos leyendo el versículo 5 de este capítulo 4, de la Segunda Epístola a Timoteo, que dice:

«Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.»

La obra de un evangelista no era exactamente tal como la comprendemos en el día de hoy. En los tiempos de Pablo, un evangelista era un maestro viajero, itinerante, un misionero. El Apóstol Pablo era un evangelista en ese sentido. Y entonces le dijo a este joven predicador Timoteo, haz obra de evangelista, y eso fue lo que hizo cuando se encontraba con el Apóstol Pablo.

El apóstol, al decirle soporta las aflicciones. Le estaba advirtiendo a Timoteo que tendría que soportar sufrimientos por predicar la Palabra de Dios en los últimos días.

Llegamos ahora a un gran pasaje de las Sagradas Escrituras. Pablo estaba escribiendo su propio epitafio. Leamos entonces estos versículos 6 al 8 que nos presentan

El testimonio de Pablo anterior a su muerte

«Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.»

Comenzamos con la frase Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. Si usted visitara esa sala de ejecución en Roma, vería un espectáculo sangriento. Y si a usted le hubiera tocado asistir a esa ejecución en Roma, podría haber visto una escena sangrienta. Hablando sinceramente, habría sido una escena que lo habría hecho enfermar a uno, al ver a este hombre colocar su cabeza en un bloque de madera grueso y pesado sobre el cual se cortaba la cabeza a los condenados, mientras un gigantesco soldado romano que hacía las veces de verdugo, levantaría esa tremenda cuchilla sobre su cabeza y la dejaría caer en el cuello del Apóstol, y con un golpe rápido cortaría la cabeza de Pablo. Luego su cabeza caería en una canasta, mientras que su cuerpo caería del otro lado sin fuerzas y tembloroso.

Pero el apóstol Pablo pudo exclamar antes de su muerte: 2 Timoteo 4:7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.