¿Alguién sabe quién soy?

Juan 1: 12-13, Gálatas 3:26-27

26 Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, 27 porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo.

A cuantos recibieron a Jesús, Dios le dio de su Espíritu, transmitiendo su naturaleza, su genética, para transformar desde el ser interior a los creyentes, en hijos de Dios, otorgándoles la libertad, el poder y derechos que poseen como tal.

Dios nos da el renacimiento cuando confiamos en Jesús como Salvador y somos bautizados en su nombre y por el poder del Espíritu Santo (Juan 3:3-7; Tito 3:3-7) Nacer de Dios es nacer de arriba. Renacer es ser adoptado a la familia de Dios y nos da todos los derechos de los herederos en la casa de Dios (Gálatas 3:26-4:7). No tomemos a la ligera esta gracia, esta bendición, esta adopción, este derecho. Somos los hijos de Dios ahora (I Juan 3:1-3). Debemos dar gracias por esta gracia y vivir de acuerdo con ella. Abba Padre, gracias por incluirme en tu familia. Que mi vida refleje tu influencia, carácter, misericordia, santidad, compasión, justicia y amor

¿Alguien sabe quién soy?

Cuando terminó la segunda guerra mundial, había más de doscientos soldados franceses que regresaron a París padeciendo de amnesia. Habían estado prisioneros en los campos japoneses y pasaron por horribles penurias de privaciones y torturas. Estos soldados habían sido sicológicamente devastados por sus años en prisión de manera que perdieron la conciencia de quiénes eran y en dónde habían vivido antes de la guerra.

Gran parte de las identidades de los soldados se establecieron por medio de los archivos de la Cruz Roja o mediante la ayuda de compañeros prisioneros, pero después que todos los esfuerzos se agotaron, todavía quedaban treinta y dos hombres cuya existencia parecía imposible recuperar. No solamente no había registros de ellos, sino que ninguno de los demás soldados sabía absolutamente nada de ellos. Los médicos que estaban dando tratamientos a estos treinta y dos soldados estaban convencidos que toda oportunidad por recobrar las identidades de ellos era imposible a menos que se reconectaran con sus familias y amigos.

Alguien propuso que publicaran fotografías de los soldados en las primeras páginas de los periódicos de todo el país. Se estableció fecha, hora y lugar de reunión, con la esperanza de que alguien que viera la información acerca de ellos, viniera. Se implementó el plan y todos los diarios franceses publicaron las fotografías diciendo además que la Casa de la Ópera de París abriría sus puertas para la potencial identificación y contacto con sus seres queridos.

El día designado, se juntó una gran multitud dentro de la casa de la ópera para ver si identificaban a los veteranos de la guerra. Todos los asientos estaban llenos y todavía había personas hasta en la calle. Finalmente, de manera dramática apareció la primera víctima de amnesia en el escenario de aquella sala oscurecida y pronto estuvo bajo la iluminación del foco escénico, para que todos pudieran tener una vista completa. Luego, de acuerdo con las instrucciones, él y los otros soldados que lo seguían imploraba con la misma pregunta: “Alguien aquí sabe quién soy … alguien sabe quién soy?”

Afortunadamente, gran parte de los soldados se reunieron con sus familias respectivas.

¿No es esta la misma pregunta que la humanidad se está haciendo? Lastimosamente, muchas personas tienen el mismo caso de amnesia autoimpuesta. Pero esto se espera  de una generación que ha dado sus espaldas a la Palabra de Dios. Pero más lastimoso es que la iglesia – cristianos profesantes – parece que han olvidado que son hijos de Dios por medio de Jesucristo.

Así que, ¿quiénes somos? Nosotros somos hijos de Dios (Gálatas 3); nueva creación (2 Cor. 5), hijos de Dios y herederos de Dios (Romanos 8).

Si comprendiéramos quiénes somos en Cristo, también reconoceríamos la razón de nuestra diferencia con el mundo. La verdad es que si no reconocemos qué nos hace diferentes del resto del mundo, nunca seremos diferentes. Por lo tanto, nosotros no tenemos necesidad de hacernos la pregunta: “¿Alguien sabe quién soy?” Porque somos nueva creatura, hijos de Dios por medio de la redención de Jesucristo.