La vida unida a Cristo es muerte al pecado

Romanos 1:8

Pablo toca el plan de Dios para los judíos, el mismo pueblo de Pablo, “al judío primeramente y también al griego.” Desarrolla el gran misterio de la promesa a los hijos de Abraham, el remanente puesto a un lado para injertar al gentil y finalmente instaurar al judío con el gentil en el reino mesiánico de Cristo. (Rom. 9-11). Después de tratar a fondo la esencia de la vida unida a Cristo en muerte al pecado, a la ley y vivida para Dios por el Espíritu Santo (Rom. 5-8), Pablo se dirige a los aspectos prácticos de la vida cristiana que fluyen por la gracia de Cristo siendo formado en el creyente unido a él. (Rom. 12-15).

Otra gran bendición de este estudio algo profundo de nuestra unión con Cristo es el ejemplo de Pablo mismo. Al final de su vida escribiendo a Timoteo dijo: “Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.” (1 Tim. 1:16). También escribiendo a los mismos romanos dice: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, lo que son mis parientes según la carne.” (Rom. 9:1-30). Jamás se ha visto tanta consagración y entrega—fruto de la madurez de Pablo llevado a cabo por el Mensaje de la Cruz. Esto lo examinaremos con la ayuda del Espíritu Santo. Espero que me acompañes en estos estudios. A Dios sea la gloria.

La Salutación de Romanos Romanos 1: 1-7)

Bajo la inspiración plenaria y verbal, Pablo se dirige a esta iglesia a la cual no había visitado nunca. Pero anticipaba la realización de su deseo de pasar por Roma en camino a España en otro viaje misionero. “Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado de vosotros.” (Rom. 15:23-  24).  Sin duda alguna Pablo se daba cuenta de la creciente importancia de las iglesias en la capital del mundo y quería dar cuenta de su apostolado y su mensaje. En esto tenemos el porqué de la carta.

La manera de presentarse él es muy paulina. Destaca su posición humilde y exalta la dignidad de su llamado y el objetivo de todos sus esfuerzos y todo en una sola oración. “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios.” (1:1) Hoy en día nos cuesta apreciar el rol del esclavo. Realmente no se puede decir «rol», porque el esclavo era puro vasallo, cosa por venderse y comprarse. Sin embargo, la idea aquí es uno totalmente puesto a la orden del patrón, sin desear jamás de tomar decisiones propias, ni considerar nada ajeno a la voluntad de su señor. Pablo se gloría de esta aceptación voluntaria que le motiva en su ministerio. Este mismo concepto me agarró a mí en mi adolescencia: “O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo . . . y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio, glorificad pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Cor. 6:19-20)

Pablo hace referencia a su mensaje y su apostolado. Primero les afirma que su mensaje no es novedoso; lejos de ser algo nuevo tiene su origen en todos los profetas del Antiguo Testamento. (1:2) Hay continuidad; no lanza un nuevo mensaje. De esa manera afirma la autoridad y la relevancia del Antiguo Testamento. Como antiguo fariseo que tenía en muy alta estima los profetas vuelve a hacer hincapié que su confianza está en las Sagradas Escrituras. Pone muy en claro que además del mensaje de los profetas, en segundo lugar, su mensaje es netamente Cristo céntrico.