Tercer principio Bautista, (Mateo 3:11)
El tercer domingo de cada mes, se publica en Renovación un principio bautista, para ponerlo en práctica como miembros de una iglesia bautista, porque todos están basados en las Sagradas Escrituras que fueron inspiradas por Dios. Nuestra Iglesia Bautista Filadelfia se basa en Principios Bautistas y es miembro de la Convención Bautista de Nicaragua. Por lo tanto, hoy estamos enfatizando en el bautismo del creyente. Juan el bautista afirmó: “Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.” (Mateo 3:11)
La práctica del bautismo no comenzó con Juan el Bautista en el río Jordán, porque también era una práctica del pueblo judío para con los prosélitos. Los Bautistas sostenemos que el bautismo no es un sacramento, sino una ordenanza de Dios, que todo discípulo debe obedecer, y debe ejecutarse por sumersión o inmersión. Bautizo viene del infinitivo griego “baptizein” (sumergir) y además, bautizarse simboliza muerte con Cristo a la vida vieja y resurrección a la vida nueva y debe ser para personas convertidas y convencidas de la realidad de Dios y de la vida nueva que Jesucristo ofrece. Los bautistas rechazamos la práctica de bautizar a recién nacidos y a niños muy pequeños, porque creemos que un padre no puede tomar esa decisión de obediencia en lugar de su hijo o hija, sino que lo tiene que hacer el creyente mismo a partir de su uso de razón. Solo una persona en edad de responsabilidad es elegible para el bautismo. Debe hacerse en la edad en que la persona se considera arrepentida de sus pecados y decide entregar su vida a Cristo y que tiene pleno conocimiento entre el bien y el mal.
También los bautistas creemos que el bautizo debe hacerse por sumersión o inmersión, porque la Biblia dice que “Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados”. (Juan 3:23). Así, quienes bautizan por aspersión, ablución o por rociamiento de agua sobre la cabeza del bebé, no obedecen el mandato bíblico. Los bautistas presentamos al Señor a los bebés, así como Cristo fue presentado en el Templo (Lucas 2:22).
Las confesiones de fe bautistas entendemos el bautismo como una expresión externa del cambio interno que ya se ha efectuado. Los bautistas enfatizamos en el bautizo por sumersión completa. Lo imparte el pastor de la congregación, o cualquier otra persona autorizada por la congregación que haya sido ordenada para el santo ministerio. El bautismo es una representación de la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo (Gálatas 2:20). El bautismo también se considera la identificación pública de la persona como cristiano y como miembro de esa Iglesia en particular y con mucha frecuencia se requiere como criterio al asociarse como miembro con derecho a voto en las iglesias bautistas.
Mateo 3:16 habla claramente que “Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.” Otra demostración bíblica de por qué el bautismo tiene que ser por sumersión o inmersión. De acuerdo con las Sagradas Escrituras, ¿Quién o quiénes deben ser bautizados?
Los que se arrepienten de sus pecados (Mat.3:1-12; Hechos 2:38); los que reciben al Señor Jesucristo como Señor y Salvador. El eunuco le preguntó a Felipe: “Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?” Aquí encontramos a un hombre que sinceramente quería hacer la voluntad de Dios. ¿Cuál fue la respuesta de Felipe el evangelista? “Si crees de todo corazón, bien puedes.” (Hechos 8:36-37).
En conclusión, afirmamos que recibir a Cristo de todo corazón y experimentar un cambio de vida es primero en el orden divino. El bautismo es segundo. Podemos encontrar este orden en Hechos 2:41; 8:12; 10:42-48; 16:30-34. Por último, los bautistas también damos la oportunidad a los candidatos al bautismo a que reciban clases de doctrina bautista para afianzarlos en la fe, para no ser llevados por todo viento de doctrina.