Génesis 3:22, Romanos 14:5
La Libertad de conciencia o libre albedrío, es el principio bautista que defiende el derecho que tiene cada ser humano de elegir por sí mismo. Parte de la idea de que este derecho le ha sido concedido por Dios, y por lo tanto, cualquiera que lo viole se estará oponiendo al mismo Dios. Por este principio muchos murieron a través de la historia, cuando la fe era algo impuesto. Los padres de la Iglesia declararon: “Queremos creer según el dictado de nuestra conciencia; como entendemos en la Biblia y no por lo que otros digan que debemos creer a ciegas”. Este principio fue un gran aporte al protestantismo en general. (Génesis 1:27, 3:22; Marcos 8:34-35, Romanos 14:1-8).
La libertad religiosa es un regalo de Dios, no el resultado de un acto de tolerancia o concesión por parte del Estado. Está relacionado con lo que los Bautistas llamamos “libertad del alma” – la libertad de conciencia que nos marca que todo lo que recibimos es por la virtud de Dios en la que fuimos creados y cómo Él eligió relacionarse con nosotros.
Dios ha hecho libres a todos los seres humanos, – libres de aceptar, libres de negar y libres de tomar nuestras propias decisiones en cuanto a nuestro destino espiritual. La libertad religiosa apela al corazón de Dios y es la base de quienes somos. Entonces, la lucha por la libertad religiosa para todos, es para asegurar que ningún gobierno restrinja lo que Dios no hace: violar nuestra conciencia o coaccionar una fe.
Los Bautistas siempre fueron paladines de la libertad religiosa y la separación de la iglesia y el estado porque somos el pueblo de la Biblia. Para muchos Bautistas, la libertad religiosa se encuentra bien establecida en las Escrituras. Su raíz corre fuertemente con la creación del mundo en el Génesis. La creación de los seres humanos a imagen y semejanza implica necesariamente una libertad de nuestra parte para elegir tener o no una relación con Dios de forma voluntaria.
En el Nuevo Testamento, Jesús habla fuertemente sobre la libertad. Muchos dirían acertadamente que es la piedra fundacional de su ministerio. Leyendo el libro de Isaías en la sinagoga de Nazaret, Jesús anuncia que ha sido ungido “para sanar a los quebrantados de corazón… pregonar libertad a los cautivos…y poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Jesús liberó a todos quienes eligieron seguirle de la esclavitud de sus pecados “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
El apóstol Pablo también predicó sobre la libertad. Ante los Gálatas se refirió a la esclavitud del legalismo y declaró valientemente “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” (Gálatas 5:1).
Los bautistas creemos que todo ser humano es competente para relacionarse libre, voluntaria y personalmente con Dios sin necesidad de intermediarios, por lo tanto, todo individuo es responsable de persuasión de fe que desea tener y no debe tener ningún tipo de restricción social, política económica o religiosa para ejercer dicha responsabilidad en forma autónoma. Del mismo modo, toda iglesia o grupo religioso debe tener la libertad de responder y propagar su fe, siempre y cuando respete en la misma forma a los individuos de responder o no a su predicación.
La predicación profética siempre apelaba a la voluntad humana. Nunca Dios impone a los hombres una verdad, les habla de las consecuencias de una respuesta afirmativa o negativa, siempre una invitación caballerosa para que el ser humano responda de acuerdo con su libre albedrío. (Isaías 55:6-9).
Todas las demandas que de Dios se nos expresan en el Nuevo Testamento son demandas que deben ser consideradas por la voluntad del ser humano, a sabiendas que por esta libertad de conciencia Dios lo traerá a cuenta. (Gál. 6:4-5, Efes. 4:30). Está claro entonces que este principio bíblico fundamental que creemos los bautistas corre a lo largo y ancho de la escritura; pero usarlo mal trae sus consecuencias.