Lucas 22:42
A veces cuando oramos nos comportamos como niños malcriados. Cuando recibimos una respuesta negativa a nuestros pedidos concluimos que nuestra oración no fue contestada. Pero Dios siempre nos oye y contesta nuestras oraciones, de acuerdo con su voluntad.
Así que usted puede llevar cualquier asunto ante Dios en oración, tanto temas importantes como cosas pequeñas. ¿Y cómo puede usted separar las cosas importantes de las que no lo son? Bueno, sabemos que para un Dios Todopoderoso, cuyos recursos superan todo lo imaginable, todos los recursos humanos, que son limitados, todos los asuntos son pequeños. Pero para Él, todas nuestras oraciones, súplicas y pedidos tienen importancia y serán atendidos. Fue Dios quien puso ese instinto de recurrir a un padre en lo más profundo del corazón humano, porque Él es un Padre compasivo. Recordando la ilustración del niño, diremos que cuando una rueda se desprende de un juguete nuestro, a usted puede parecerle que se trata de un problema que no tiene solución. Pero el Señor escucha y responde a nuestro lamento. Si dice que no, significa que esa es la mejor respuesta que usted podría tener, la más conveniente y apropiada para usted en ese momento.
A veces se nos presentan lo que creemos son buenas oportunidades, y queremos aprovecharlas apenas podamos. Como hemos orado a Dios al respecto, en un primer momento pensamos que constituyen una respuesta de Dios a nuestras necesidades y que forman parte del plan divino para nuestra vida. Pero por causa de circunstancias que están fuera de nuestro control, resulta que no podemos tener acceso a ellas. Entonces, nos sentimos defraudados, desilusionados o confundidos, por habernos equivocado en nuestra evaluación de la Voluntad de Dios. Y nos dirigimos en oración a Él, con la sensación de haber perdido algo importante, de haber fracasado, y nos dejamos dominar por un espíritu fatalista que pronostica que oportunidades como esas no se nos volverán a presentar. Pero luego, con el paso del tiempo, podemos observar que lo que nos había parecido en un primer momento una buena oportunidad, habría sido en realidad un desastre que habría malogrado una parte de nuestra vida, además de constituir una pérdida de tiempo y energías. Entonces nos damos cuenta que el Señor nos había contestado, pero no de la manera en que nosotros esperábamos o queríamos. Nos había contestado que no, cerrando una puerta.
Nuestro Padre Celestial nos responde muchas veces y nosotros, para vergüenza nuestra, no le damos gracias a Él en esa oportunidad, por haber recibido una respuesta negativa. En lugar de expresarle nuestra gratitud, nos queda un resentimiento porque no nos dio la respuesta que queríamos. Pero más tarde, tenemos que reconocer que Él, que conoce el futuro, sabe qué es lo mejor para nosotros. Y muchas veces, lo más conveniente, es que recibamos una respuesta negativa a lo que hemos pedido. No es que no nos haya respondido; es que, en realidad, ha dicho que no. Por ello, cuando pasemos por la experiencia de una negativa de Dios, demos el paso de darle las gracias por su respuesta, sabiendo que Él cumple Sus promesas y tiene reservado lo mejor para nosotros. Así que, teniendo en cuenta el Padre celestial que tenemos, escuchemos nuevamente las palabras de Filipenses 4:6, “Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Leamos ahora el versículo 7 de este cuarto capítulo de Filipenses: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.»
La Biblia nos habla de otras clases de paz que podemos comprender. Hay una paz mundial. Los cristianos tenemos la seguridad de que algún día la paz cubrirá la tierra, así como las aguas cubren el mar. Esa paz vendrá por medio de la persona de Cristo, que fue llamado el Príncipe de Paz. También en la Biblia se nos habla de una paz que le viene al ser humano cuando sus pecados son perdonados. Esa es la paz acerca de la cual escribió el apóstol Pablo en Romanos 5:1.