Retomamos el estudio de Romanos 10:9 que nos manda a confesar con la boca, pero a creer con el corazón. Entonces, debemos profundizar qué significa “creer con el corazón”. Es un hecho que no basta creer, porque el apóstol Santiago nos advierte que también los demonios creen y tiemblan. “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. (Santiago 2:19). Vemos que los demonios nos adelantan, porque no sólo creen, sino que tiemblan. Pero a veces nosotros no creemos con seguridad. Somos un poco menos que el padre del muchacho endemoniado a quien Jesús le prometió sanar: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. (Marcos 9:23-25)
Por lo tanto, creer sin arrepentimiento no salva, porque es necesario estar conscientes de que somos pecadores; que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Por cuanto todos pecaron fueron destituidos de la gloria de Dios, nacemos en el pecado, pero Dios nos envió a su hijo amado como salvador y para que fuésemos libres del pecado y de la muerte recibiendo el regalo de la vida eterna, que es gratis para el que recibe a Jesucristo. (Romanos 3:23).
«La elección de los no judíos en las profecías bíblicas», nos indica que la Biblia dice claramente que Dios ha hecho Su parte al proveer una salvación para todo el mundo. Las puertas están abiertas para que todo aquel que quiera, pueda venir. Y el Señor mismo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37, que «Al que a Mi viene, no le echo fuera». De modo que no se ponga usted a un lado para decir: «Yo no soy uno de los elegidos». Si usted quiere ser salvo, usted está entre los elegidos. Ahora, si no quiere ser salvado, no está entre ellos; es así de sencillo. Ahora, dijimos que éste es el universo de Dios. Y hemos llegado a la conclusión que Dios es soberano. Él obrará según Su voluntad y Su voluntad es justa; no hay posibilidad alguna de injusticia con Él. Dios no se equivoca, como los seres humanos.
En Romanos 9:32-33 el apóstol Pablo pregunta por qué Israel no pudo alcanzar la justicia; leamos: «¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino dependiendo de las obras de la Ley, de modo que tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que crea en él, no será defraudado».
En estos dos versículos finales, el apóstol Pablo volvió a considerar a la mayoría, o sea a los no elegidos de Israel. Y su fracaso no se debió a que no eran elegidos. Alguien ha dicho que «los salvados pueden atribuir su salvación a la elección; pero los perdidos no pueden atribuir su perdición a la falta de elección». No podemos leer algo aquí que Dios no haya dicho. El libre albedrío en verdad tiene su lugar, y Dios por cierto manda a todos en todo lugar que se arrepientan.
Ahora, el texto citado aquí en el versículo 33, procede del libro del profeta Isaías, capítulo 8, versículo 14, y también del capítulo 28 del mismo libro, versículo 16. El judío tropezó. Para el no judío la cruz era una locura. Pero el que crea, sea judío o no lo sea, será salvado por aquella cruz. La mente humilde llegará con una fe sencilla. El hombre natural todavía tratará de producir, o de obtener la salvación mediante algún proceso natural. Tratará de reconciliar la soberanía de Dios con la responsabilidad de los hombres, como si la mente débil del hombre fuera capaz, infinita e infalible.