Cómo fundaba iglesias el apóstol Pablo

Pablo dijo que él no iría a donde el Evangelio ya hubiera sido predicado antes, entonces surge la pregunta. ¿Quién fue el fundador de la iglesia en Roma? Bien, el apóstol  Pablo les confiesa que está dispuesto a anunciarles el evangelio también en Roma. Como apóstol, él fue el fundador de la iglesia en Roma.

Pablo alcanzó a muchas personas en diversas partes del Imperio Romano, y muchas de ellas emigraron posteriormente a Roma. Allí se reunieron alrededor de la persona del Señor Jesús. Estamos seguros de que hablaban muchas veces, acerca de su amado Pastor, el apóstol Pablo. O sea que Pablo fundó la iglesia, no yendo personalmente a esa ciudad sino por su contacto previo con aquellos creyentes y por su influencia espiritual sobre ellos.

El texto del Antiguo Testamento citado en estos versículos lo encontramos en Isaías 52:15, que dice en la versión de los Setenta: «Verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído». A Pablo le entusiasmó poder predicar el evangelio a aquellos que estaban espiritualmente ciegos. Y nos dijo después, aquí en el versículo 22: «Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros». Pablo se propuso muchas veces ir a Roma, como ya vimos en el capítulo 1, versículo 13 de esta epístola, pero tuvo que completar la tarea que Dios le había dado en el territorio entre Jerusalén y Roma.

Cuando Pablo dijo que él había sido «impedido muchas veces», podemos estar seguros que en verdad muchos obstáculos fueron puestos en su senda. Pero el mensaje de las buenas noticias del Evangelio siempre llegó a donde tenía que llegar. Y lo mismo sucede en la actualidad. El mensaje del amor de Dios revelado en Jesucristo, en su muerte y resurrección, llega a nosotros, esperando que lo recibamos, dándole toda la importancia que se merece, sabiendo que es el mensaje personal que Dios quiere hacernos llegar ahora, como la única alternativa, la única opción para recibir la salvación, la vida eterna, y para ser transformados por el Espíritu de Dios, comenzando a vivir, de esta manera, una vida de auténtica calidad humana y espiritual. En otras palabras, la única vida que vale la pena vivir.