El énfasis bíblico para este mes de diciembre se basa en la primera carta del apóstol Pedro, 3:8, en donde hace una apelación general a todos los creyentes: “En fin, vivan en armonía unos con otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición” (1ª Pedro 3:8, 9).
Si alguien nos trata mal, debemos responder haciendo el bien, no vengarnos. Dios nos puso el ejemplo al hacernos un bien, aunque nosotros habíamos hecho un mal contra Él. Pedro apoya este consejo citando el Salmo 34:12-16: el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños; que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga (1ª Pedro 3:10, 11).
Pedro ya ha señalado que Jesús no se vengó con amenazas contra sus perseguidores (2:22, 23); aquí él repite la necesidad de que nosotros mantengamos nuestras palabras y nuestras acciones bajo control. Pedro pregunta: ¿quién les va a hacer daño si se esfuerzan por hacer el bien? (3:13). Desafortunadamente, algunas personas persiguen a aquellos que hacen el bien, por lo que Pedro añade: ¡Dichosos si sufren por causa de la justicia! (v. 14). La persecución misma no es una bendición, pero Dios recompensa a aquellos que sufren injustamente.
Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes (v. 15). Éste verso—a menudo citado en el entrenamiento para evangelismo—está en el contexto de cómo responder ante la persecución. Cuando seamos perseguidos, no debemos avergonzarnos de nuestra fe, sino estar listos para explicarla.
Aunque se nos llame la atención por el bien nuestro y de los demás, debemos responder sin enojo: “Pero háganlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia, para que los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo, se avergüencen de sus calumnias” (vv. 15, 16). Pedro no quiere que los cristianos den al enemigo excusa alguna para su odio. Una respuesta amable nos trae bendición, cuando se nos llama al orden. Mostremos a los demás, cristianos y no cristianos, que el evangelio produce cambios.
Pedro resume esto diciendo: “Si es la voluntad de Dios, es preferible sufrir por hacer el bien que por hacer el mal” (v. 17). Si Dios nos trae hasta el punto del sufrimiento por seguir a Cristo, entonces es mejor sufrir injustamente que darles a los perseguidores una evidencia contra nosotros.
El Ejemplo de Jesús: Pedro otra vez se vuelve a Jesús como el ejemplo supremo del sufrimiento sin venganza. Esto lleva a una digresión. “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. El sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida” (v. 18). Debemos estar dispuestos a sufrir por hacer el bien, porque Cristo sufrió por nosotros. Pedro nota que aunque dieron muerte al cuerpo de Jesús, esas personas no pudieron matar el Espíritu (Cfr. Mateo 10:28).
En este capítulo 3 el apóstol Pedro enseñó que el sufrimiento también produce una conducta cristiana en la vida del creyente. Esta conducta se manifestará en tres lugares diferentes: con los no creyentes, en el hogar y en la iglesia. Con los no creyentes nuestro testimonio debe ser ejemplar; en el hogar debemos comportarnos como poseedores de una vida nueva con los miembros de nuestra familia; y en la iglesia debemos amar a nuestros hermanos nos simpaticen o no. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1ª Juan 4:20)