Empezamos hoy el estudio de Efesios 1:4, en el cual el apóstol Pablo expuso a la iglesia de Éfeso el plan de Dios de la salvación, desde antes de la fundación del mundo. Dios es quien planificó nuestra salvación, desde la eternidad mucho antes de que usted y yo llegáramos a este mundo. El Señor Jesucristo es quien vino a este mundo y cuando se cumplió el tiempo determinado, logró nuestra salvación sobre la cruz del Calvario. Y luego Dios Espíritu Santo es quien nos convence de culpa y de pecado en el presente. Él es quien nos lleva al lugar de fe en Cristo y al conocimiento salvador de la gracia de Dios que es revelada en el Señor Jesucristo. “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él» (Efesios 1:4).
En el versículo 3, se enfatizan las bendiciones espirituales que usted y yo recibimos de acuerdo con la voluntad divina. Todo se hace en consonancia y armonía con el propósito de Dios. Este mundo y el universo operarán de acuerdo con el plan y propósito de Dios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).
Dios escogió a los creyentes en Cristo antes de que el universo fuera creado; es decir, antes que existiera el espacio, el tiempo y todo cuanto hoy existe; allá en la eternidad. Eso quiere decir que ni usted ni yo hicimos la elección. Él no nos eligió porque fuéramos buenos, sino que nos eligió para que pudiéramos hacer algo bueno. Y toda la elección pertenece total y exclusivamente a la soberanía, a la sabiduría, y también a la bondad de Dios.
El predicador Spurgeon dijo lo siguiente en cierta ocasión: «Dios me escogió antes de que yo viniera a este mundo, porque si Él hubiera esperado hasta que yo llegara aquí, entonces Él nunca me hubiera escogido». Es Dios quien nos ha escogido y nosotros no le hemos escogido a Él. Recuerde usted lo que el Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros». (Juan 15:16).
Israel es un ejemplo de la elección divina. Recordemos lo que Dios dijo acerca de los hijos de Israel; en el libro de Amós 3:1 y 2: «Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades». Dios escogió a Israel en el tiempo. Él escogió a la Iglesia en la eternidad. Dios hizo esa elección en la eternidad, y no se ha presentado nada inesperado que haya causado que Dios cambie su programa, o su forma de pensar. Él supo el fin de todo desde el mismo principio. Aun la conversión de los gentiles ha sido el plan de Dios, según Hechos 15:7: “Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen”.
Él lo hizo con cierto propósito; para que nosotros llegáramos a ser santos y sin mancha ante Él. Dios nos escogió para santificarnos. Él nos salva y Él nos santifica, para que seamos santos. Éste es el lado positivo de Su propósito. Y esto tiene que ver con la vida interior del creyente. La elección de Dios requiere una vida santa y esta santidad significa madurez en la vida cristiana. La madurez se demuestra a través de nuestro testimonio ante la iglesia y ante el mundo.