Escogiendo a nuestros compañeros

(Salmos 119:63)

El saber escoger a nuestros compañeros es un hecho fundamental en la vida cristiana porque es importante escoger con quién nos relacionamos. El salmista David dice, “compañero soy yo de todos los que le temen y guardan tus mandamientos”, (Salmos 119:63). También la palabra de Dios nos advierte: “No se dejen engañar: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33).

¿En dónde hay sabiduría sino en Dios? Por eso David se complace en ser compañero de los que temen y guardan los mandamientos de Dios. De la misma manera, los cristianos podemos sentirnos complacidos al tener hermanos y amigos temerosos de Dios. “El que anda con sabios sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado”, (Proverbios 13:20).

A). ¿A quiénes evitar? Quizá hemos oído el dicho “dime con quién andas y te diré quién eres”. Si andamos con sabios seremos sabios.

1). A los que están en idolatría. Las malas relaciones son como las enfermedades que vienen a contrarrestar nuestras vidas en Cristo. Josué, siendo ya viejo, hizo un llamado a Israel trayendo a la memoria todo lo que Dios les había dado y les recomienda no mezclarse con las naciones, (Josué 23:7-12). El apóstol Pablo dice a la iglesia de Corintios que no hay compañerismo con las tinieblas: porque qué acuerdo hay entre Cristo y Satanás, (2 Corintios 6:14-15).

2).  A los necios. En ellos no hay palabras de ciencias (Proverbios 14:7). Debemos apartar el oído de los hombres malos y necios. Se nos dice también que no participemos de las obras sin fruto, no benefician a la vida espiritual, (Efesios 5:11).

Nuestros padres nos recomiendan que miremos con quién nos relacionamos. Pablo dice: “No os juntéis con los fornicarios”, y no sólo con ellos, sino con todos los que no quieren obedecer a Cristo. Usted no debe participar en sus malas obras (1 Corintios 5:9-10).

Hablamos de escoger a nuestros compañeros, pero no sabemos si ellos se alejan porque quizá andamos desordenadamente, (2 Tesalonicenses 3:6)

B). Los compañeros a considerar en estima

Como dijo David y Jesucristo somos compañeros de los que guardan la palabra de Dios. De esa manera somos bienaventurados, cuando andamos en buenos consejos del Señor, (Salmos 1:1-5).

1). Los que usan bien la palabra de Dios. Quienes tengan un corazón limpio de toda clase de cuestiones necias y que sea en todo espiritual, dice Pablo a la iglesia (2 Tesalonicenses). A los unánimes entre nosotros, no altivos, para estar siempre en humildad y no ser sabios en nuestra propia opinión, sino ser sociables con todos, (Romanos 12:16).

2). A los hermanos que hablan con gracia y sus palabras edifican. Pero hay hombres que pareciera que les pagan por decir palabras deshonestas. ¿Cómo podría usted mantener una buena relación con las tinieblas? (Efesios 4:29). En cierta ocasión trabajé con un joven que era muy malcriado en su forma de hablar y siempre que platicábamos usaba el insulto. Un día le dije: ¡mira! Disculpa, pero soy cristiano y no me parece que te expreses así conmigo. Me dijo: disculpa José, pero es que no puedo dejar de decir malas palabras porque son medicina para mí. Solamente Satanás puede decir eso. Pablo escribe: “No erréis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres (1 Corintios 15:33).

3). A los que han sido redimidos por la sangre de Jesucristo. La palabra de Dios dice que “por sus frutos los conoceréis”. Esto quiere decir que si andamos en compañía de creyentes salvados por la sangre de Jesucristo, los no creyentes no nos faltarán el respeto y nosotros seremos una buena compañía para ellos. “16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos”. (Mateo 7:16-17)

Por las razones expuestas anteriormente, debemos reconocer la importancia de con quién o quiénes nos estamos relacionando, y de esta manera evitar las malas compañías y procurar el compañerismo de los creyentes.