Las reflexiones para este mes de agosto versarán sobre la primera carta del apóstol Pablo a los corintios, capítulo uno, verso 9, en donde se exalta la fidelidad de Dios el Padre y el llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo.
El coro del himno “¡Oh, tu fidelidad!” ensalza la fidelidad de Dios de la siguiente manera: “¡Oh, tu fidelidad!/ Cada momento la veo en mí./ Nada me falta, pues todo provees,/ ¡Grande, Señor, es tu fidelidad!”
La primera epístola a los corintios comienza exhortando a los creyentes de la iglesia de Corinto a “ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (1:2). Notemos que la epístola no solamente va dirigida a la iglesia de Corinto, sino también a todos los que invocamos a Jesucristo, en cualquier lugar.
Pablo encomia a estos creyente, con las siguientes palabras: “de tal manera que nada os falta en ningún don” (1:7a). Pero les pone unas condiciones también: deben esperar la manifestación de Jesucristo; que Cristo los va a confirmar hasta el fin y que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo (1:8). Luego, en el verso 9 les da la garantía: que Dios es fiel y que han sido llamados a la comunión con su Hijo, Jesucristo.
Notemos el énfasis colocado en el Señor Jesucristo como la solución de todo problema. Él era la solución para todos los problemas de la iglesia y de los problemas personales que había entre los creyentes allá en la ciudad de Corinto. Como ya hemos dicho en otra ocasión, es sorprendente ver la similitud que existe entre los problemas de la iglesia en Corinto y los de nuestros días; y la solución en ese entonces y la solución ahora es la misma. Hoy vamos a comenzar con el último versículo de la introducción, es decir, el versículo 9. Éste versículo quizá es la clave para toda la epístola. Veamos, pues, qué es lo que dice aquí, el versículo 9, de este capítulo 1 de la Primera Epístola a los Corintios;
«Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor».
Ya habremos notado que el Señor Jesucristo ha sido mencionado prácticamente en cada uno de los versículos que hemos leído hasta ahora. Cuando decimos eso, nos referimos a cada uno de esos versículos, comenzando con el primero hasta el décimo, menos el verso cinco, en donde el apóstol Pablo ha mencionado el nombre del Señor Jesucristo. Ésta es la novena mención al Señor en nueve versículos. Aparentemente, el apóstol Pablo estaba colocando un énfasis en la persona de Jesucristo, para luego exhortarlos duramente por las contiendas y divisiones entre ellos (1:11-31).
Ahora él nos hace dos declaraciones extraordinarias, dice: «Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor» (1:9). En esta declaración tenemos un nombre bastante extenso dado a nuestro Señor. Se le llama: la comunión con su Hijo Jesucristo, el Hijo de Dios, Cristo Jesús, nuestro Señor. Encontramos aquí cuatro puntos de identificación para Él. Así es que no hay forma de equivocarnos en su reconocimiento. El escritor hace dos grandes declaraciones; Dios es fiel, y nosotros hemos sido llamados a vivir en comunión con Su Hijo Jesucristo.
«Dios es fiel». El ser humano no siempre es fiel. Incluso los creyentes no somos siempre fieles, pero Dios sí lo es.
Un vocablo que es importante aquí, es la palabra comunión, en conexión con el Señor Jesucristo. Ya hemos visto esta palabra en otras oportunidades, y la palabra griega es ‘koinonía’ y ésta fue usada una y otra vez por el apóstol Pablo. Entonces, la comunión con el Señor Jesucristo es como resultado de su llamamiento, no es por disposición nuestra.