La dádiva de Dios

El énfasis bíblico para este mes se basa en Santiago 1:17, en donde el apóstol advierte que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces”. Y hoy nuestra iglesia celebra el Día Internacional del Niño. Por eso, esta reflexión va dedicada a meditar en la importancia de educar a nuestros hijos para que sean útiles en la sociedad, y para que los apreciemos como una dádiva de Dios.

En primer lugar, debemos reconocer que ser padres implica una enorme responsabilidad, porque debemos ser ejemplos para ellos y ofrecerles una educación que esté basada en la Palabra de Dios.

Sin embargo, hoy día nuestros jóvenes, mujeres y varones se lanzan a la vida sexual sin ninguna preparación. Nuestras jovencitas no esperan llegar a tener una educación técnica o profesional para tener el primer embarazo. Los jóvenes, o adolescentes en el peor de los casos, embarazan a las adolescentes sin tener un plan de educación ni técnica, ni profesional; tampoco la intención de formar un hogar.

Estas actitudes imponen una carga económica a sus padres, y en el peor de los casos, a la comunidad en donde viven. Además, el empezar una familia sin ningún respaldo económico, trae como consecuencia el empobrecimiento no solamente de la sociedad en que se desarrollan, sino en el país entero. Es triste ver casos en los cuales la jovencita es abandonada por el adolescente, joven o adulto que la embarazó, porque los padres de ellos le prohíben hacerse cargo de la situación. ¿Y también padres cristianos?

Es más, en muchos casos, tanto los padres de la joven, como del joven, los aconsejan para que practiquen un aborto; es decir, matar al ser que se está gestando. Científicamente está comprobado que la vida en un cigoto comienza en el momento de la fecundación. Por lo tanto, abortar es quitarle la vida a ese ser humano.

La Biblia dice que de los niños es el reino de los cielos (Marcos 10:13-16). De manera que fue nuestro señor Jesucristo el primero en enfatizar en la importancia de esos seres pequeñitos.

Hace 50 años, la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1959. Era el reconocimiento que hacía el mundo a la consideración e importancia que tienen los niños en nuestra sociedad, los cuales, muchas veces son maltratados, irrespetados y mirados en menos. Pero como he dicho antes, fue nuestro Señor Jesús quien alertó sobre la importancia que tienen los niños para la vida cristiana: de ellos es el Reino de los Cielos.

Y según la Biblia, recibir y atender a un niño es como si se tratara del mismo Jesús: “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.” (Mateo 18:5) No solamente debemos ser atentos con personajes “importantes” para nosotros, sino que Dios nos da a entender que un niño merece un digno recibimiento como si se tratase del mismo Señor.

También la Biblia nos da una dura advertencia: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.” (Mateo 18:6). Dar un mal ejemplo a un niño es un crimen digno de muerte.

En otro pasaje, la Biblia nos manda a no despreciar a los niños: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 18:10)

Cuantas veces los niños son menospreciados, desatendidos, poco escuchados, o simplemente, no tomados en cuenta, ni aún por sus propios padres. Por lo tanto, tener hijos es una tremenda responsabilidad. Ellos no son obstáculos en nuestra vida, sino una dádiva de Dios.