La Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén es un evento tan especial, que lo registran los cuatro evangelios: Mat. 21.1-11; Mar. 11: 1-11; Luc. 19.28-40 y Juan 12.12-19. Sin embargo, el apóstol Juan narra acontecimientos anteriores a la Semana de Pasión, como la unción de Jesús en Betania, en preparación para su sepultura. Pero hoy vamos a enfocarnos en la Entrada Triunfal.
El Señor sale de Betania y va rumbo a Jerusalén, y todos los relatos que el evangelista recoge desde aquí hasta el final de su evangelio tuvieron lugar en Jerusalén o en sus alrededores. Evidentemente, Marcos evitó mencionar los otros viajes que Jesús había hecho a Jerusalén durante su ministerio público, y que Juan el evangelista recogió, porque tenía el propósito de resaltar esta visita a la capital como el destino final de su viaje.
Hasta ese momento, todo el ministerio de Jesús había tenido lugar en Galilea o en las regiones de alrededor, pero ahora Jesús está en el centro mismo del judaísmo, donde se encontraba el templo y las máximas autoridades religiosas de Israel.
Se trataba, por lo tanto, de una visita oficial del Mesías a la capital de su reino. Y a lo largo de los acontecimientos que Marcos ha seleccionado de esta etapa, iremos viendo cómo Jesús examina los diferentes aspectos de la religión judía, para constatar finalmente que no habían dado los frutos que Dios esperaba, y por esta razón, aunque con lágrimas y profundo dolor, tuvo que emitir su juicio contra ella.
Por supuesto, esta presentación pública no agradó a las autoridades judías, que vieron peligrar su posición de liderazgo y los grandes beneficios económicos y políticos que por esta causa disfrutaban, lo que dio lugar a que su oposición y enemistad contra Jesús llegara a su clímax, y conforme al programa divino, decidieran que el Cristo de Dios fuera crucificado.
El propósito de la entrada triunfal en Jerusalén: Una de las cosas que más nos sorprende cuando leemos este pasaje, son las medidas que Jesús tomó para entrar en Jerusalén como un rey, aunque no político, sino como cumplimiento de las profecías. En muchas ocasiones Jesús estuvo rodeado de multitudes que le buscaban y seguían, como en la alimentación de los 5,000, y a lo largo de todo el Evangelio. Marcos nos ha mostrado una y otra vez cómo Jesús intentaba evitar la publicidad: aconsejaba a muchos de los sanados que guardasen silencio sobre la sanidad recibida, se retiraba con sus discípulos para orar y tener instrucción privada con ellos, incluso, cuando quisieron hacerle rey, él se fue apresuradamente, porque él sabía que lo buscaban por la comida. Pero ahora todo esto es diferente, ¿por qué?
Bueno, la explicación más lógica sería que si una manifestación como la que estamos considerando hubiera tenido lugar antes, habría adelantado también el momento de la Cruz. Y sin duda esto no era conveniente, porque no habría habido tiempo suficiente para formar a los apóstoles que después serían los encargados de anunciar el reino de Dios al mundo, y por otro lado, Dios en su misericordia deseaba prolongar las oportunidades para el arrepentimiento de su pueblo antes de traer el juicio sobre él, aunque finalmente, ante su persistente rechazo, el juicio tuvo que venir.
Pero si bien no habría sido conveniente presentarse antes de esta forma pública, ahora el tiempo había llegado y era imprescindible manifestarse públicamente, puesto que Jesús era el Mesías prometido, y el Cordero Pascual; por tanto, debía manifestarse a las multitudes que lo esperaban, y el lugar indicado tendría que ser necesariamente en Jerusalén, durante la fiesta de la pascua.
Tal como el ciego Bartimeo había reconocido, Jesús era el legítimo «Hijo de David», aquel a quien Dios había prometido su trono y quien sería el heredero de todas las promesas hechas a David. Por eso, la multitud clamaba: ¡Hosana al Hijo de David! Con esta expresión, ellos reconocían que Jesús era el Cristo.