La gracia de Dios no es licencia para pecar

Hoy finalizamos el estudio de Efesios 1:4, en donde leemos que “Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo”, pero hay personas que dicen: «Bueno, yo soy uno de los elegidos, desde antes que el mundo existiera y po su gracia  puedo hacer lo que quiera». Pablo respondió a las personas que opinan de esa manera cuando dijo en Romanos 6:1-2, «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» Usted no puede usar la gracia como una licencia para pecar. Si usted continúa viviendo en el pecado, como antes, es porque usted es un pecador voluntario y no ha sido salvo. Un pecador que ha sido salvo mostrará un cambio en su forma de vivir.

No sólo nos eligió Dios para que fuéramos santos sino también para que fuéramos sin mancha. El creyente en Cristo es visto ante Dios, y ante el mundo, como sin mancha. Otra vez vemos un ejemplo de esto en Israel. Dios no permitió que Balaam maldijera a Israel o que encontrara alguna falta en Su pueblo. Leamos lo que dijo en el libro de Números 23:21, «No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel. El Señor su Dios está con él, y ellos lo aclaman como rey». Luego, nosotros tenemos que ser sin mancha. Sí, pero si usted hubiera descendido al campamento de Israel, habría visto que Dios encontró faltas en ellos, y los juzgó. Y Él estaba santificando y purificando ese campamento.

Por lo tanto, si Dios lo ha escogido a usted es para hacerlo santo, para convertirlo en una persona sin mancha. Y si no hay evidencias de cambio, entonces, usted no es uno de los escogidos. Dios quiere que Sus hijos vivan vidas que no estén marcadas o manchadas con el pecado, y Él ha hecho toda la provisión necesaria para que ellos sean absueltos de toda culpa. Recordemos que Juan dijo en su primera carta 2:1 y 2, «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:1-2).

¿Quiere esto decir que la expiación es limitada y que Cristo sólo murió por los escogidos? Este versículo de Primera de Juan deja bien claro que Él murió por el mundo. Y no interesa quién sea usted. Aquí hay una oferta legítima que le ha sido enviada a usted hoy, de parte de Dios, y esa oferta es que Jesucristo ha muerto por usted. Usted no se puede ocultar y decir: «Yo no soy uno de los elegidos». Usted forma parte de los escogidos si escucha Su voz. Usted también tiene una voluntad libre para no oír Su voz. ¡Y es algo maravilloso y glorioso que el Dios del cielo escogiera a algunos de nosotros aquí abajo y nos salvara!

Usted recuerda la ilustración que nos dio el Señor Jesucristo de un camino amplio, grande, y a un lado del camino hay una entrada muy angosta, y sobre esta entrada se ha puesto el anuncio: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6) Lo interesante es que el camino ancho, por donde la mayoría de la gente transita, lo lleva a uno hacia abajo y se hace cada vez más estrecho, hasta que finalmente lleva a la destrucción. Usted puede continuar andando por ese camino ancho, pero también puede salirse de él si así lo desea. Usted puede abandonar ese camino al ver la invitación que dice: El que a mí viene, no le echo fuera, (Juan 6:37). El Señor Jesucristo le ha extendido a usted una invitación, y todo aquel que quiera puede entrar.