La responsabilidad humana en la salvación por la fe

Romanos 1: 1-8

La epístola a los Romanos fue escrita  más o menos en los años 57-58 d.de C. La Epístola que el apóstol Pablo escribió a los Romanos es una de las que más ha influido en la historia de la Iglesia cristiana en todos los tiempos. En ella se tratan ampliamente las verdades principales del Evangelio: la justificación por la fe, la ley y el Espíritu, la gracia y las obras, la soberanía divina y la responsabilidad humana en la salvación. Cada cristiano debe hacer por lo menos un esfuerzo por conocer bien el libro de Romanos, porque le proporcionará una base sólida para su fe.

Bajo la inspiración plenaria y verbal, Pablo se dirige a esta iglesia a la cual no había visitado nunca. Pero anticipaba la realización de su deseo de pasar por Roma en camino a España en otro viaje misionero. “Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado de vosotros.” (Rom. 15:23) Sin duda alguna Pablo se daba cuenta de la creciente importancia de las iglesias en la capital del mundo y quería dar cuenta de su apostolado y su mensaje. En esto tenemos el porqué de la carta.

La manera de presentarse él es muy paulina. Destaca su posición humilde y exalta la dignidad de su llamado y el objetivo de todos sus esfuerzos y todo en una sola oración. “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios.” (1:1) Hoy en día nos cuesta apreciar el rol del esclavo. Realmente no se puede decir «rol», porque el esclavo era puro vasallo, cosa por venderse y comprarse. Sin embargo, la idea aquí es uno totalmente puesto a la orden del patrón, sin desear jamás de tomar decisiones propias, ni considerar nada ajeno a la voluntad de su señor. Pablo se gloría de esta aceptación voluntaria que le motiva en su ministerio. Este mismo concepto me agarró a mí en mi adolescencia: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo . . . y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio, glorificad pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Cor. 6:19)

Pablo hace referencia a su mensaje y su apostolado. Primero les afirma que su mensaje no es novedoso; lejos de ser algo nuevo tiene su origen en todos los profetas del Antiguo Testamento. (1:2) Hay continuidad; no lanza un nuevo mensaje. De esa manera afirma la autoridad y la relevancia del Antiguo Testamento. Como antiguo fariseo que tenía en muy alta estima los profetas vuelve a hacer hincapié que su confianza está en las Sagradas Escrituras. Pone muy en claro que además del mensaje de los profetas, en segundo lugar su mensaje es netamente cristocéntrico. “acera de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado (designado, definido) Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos.” (1:3,4) En breves palabras afirma firmemente la humanidad de Jesús—del linaje de David — y luego su deidad declarada tal porque el Padre lo levantó de entre los muertos.

De ese trasfondo certificado por el Antiguo Testamento y el reciente mensaje apostólico, él mismo ha recibido su autorización, su legítimo apostolado siendo el apóstol a los gentiles “por la fe en todas las naciones por amor de su nombre.” (1:5) Con esa certidumbre Pablo se dirige a los desconocidos romanos siendo de igual manera llamados a ser santos. Es importante notar el énfasis sobre la santidad: primero según el Espíritu de santidad, amados de Dios, llamados a ser santos. En Romanos su énfasis caerá sobre la santidad de Dios. En el evangelio Dios los declara justos (justificación) y en su unión con Cristo en muerte al pecado y a la ley los hará santos, Dios hace plena provisión tanto para su posición legal ante el Juez como su condición moral de santidad diaria.