La vocación de enseñar

Dice un refrán que “el maestro nace, no se hace”. Sin embargo, según mi opinión, ambas cosas son necesarias para cumplir con la noble misión de enseñar. Se nace y se hace maestro por las razones siguientes.

El maestro que es por vocación no busca esta profesión por la ambición del dinero. Ningún maestro hace fortuna enseñando. Si una persona busca riquezas, debe buscar los negocios o la política.

Albert Einstein nos dejó un pensamiento muy acertado acerca de la labor del maestro: «El arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento.»

En consonancia con este científico, el pedagogo brasileño Paulo Freire (1921-1997), pensó tanto en la labor del maestro, como en la calidad de la educación que el maestro debe impartir. Freire estaba seguro que la educación debe ser liberadora: “un proceso de renovación de la condición social del individuo, considerando al sujeto como un ser pensante y crítico, reflexionando de la realidad que vive”.

Qué diferente pensaban Albert Einstein y Paulo Freire sobre el aporte del maestro, y sobre la calidad de la educación.

Estos valiosos criterios nos deben hacer pensar en ¿Qué enseño a mis alumnos? ¿Qué quiero que entiendan y apliquen? Seguramente hay muchas materias, modos y formas de alcanzar el éxito en la enseñanza. Pero en medio de tanta ciencia, no nos olvidemos que la mejor clase es aquella que llevará al alumno a la vida plena, a la sabiduría espiritual y a la personalidad que sabe temer a Dios.

El pensador Henry Adams afirma que «El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia». Y César Bona confirma que el «Maestro es alguien que inspira para la vida». Maruja Torres aconseja que «Un buen maestro hace que el mal estudiante se convierta en bueno y el buen estudiante en superior.» Y para añadir otro pensamiento, cito a Ever Garrison, quien asegura que «Un maestro es una brújula que activa los imanes de la curiosidad, conocimiento y sabiduría en sus pupilos.»

Hasta aquí me he referido a los maestros en general, pero nuestra iglesia bautista Filadelfia tiene la tarea y responsabilidad de enseñar la Palabra de Dios y para esto debe saber seleccionar a sus maestros. Un maestro basado en la Biblia, debe saber trazar bien la palabra. En 2ª Timoteo 2:15, Pablo le dice a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa [traza] bien la palabra de verdad”. La Palabra de Verdad entonces debe ser cuidadosamente estudiada, comprendida, meditada y cotejada correctamente para impartirla a los alumnos.

El apóstol Pablo escribiéndole a los corintios, dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros” (1ª Corintios 12:28ª) Pablo nos instruye que los maestros son dados a la iglesia por Dios, con la misión de enseñar las verdades de la Biblia. Por lo tanto, ser maestro no es poca cosa. El apóstol pregunta: “¿son todos maestros?” Y la respuesta es no. No todos saben enseñar, sobre todo, enseñar la Palabra de Dios, porque también hay falsos maestros que causan mucho daño a la obra del Señor.

Pablo recomienda a Timoteo que sea muy cuidadoso al escoger a los maestros: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. (2ª Timoteo 2:1-2)

No podemos concluir sin mencionar la importancia del testimonio del maestro, tanto en la iglesia, así como en su comunidad. Además de la urgencia de procurar una profunda preparación académica, y en los conocimientos de la Palabra de Dios, se hace necesario una profunda vida espiritual. ¡FELIZ DÍA DE LOS MAESTROS!