Ministros de un nuevo pacto

Continuamos hoy el estudio de la carta del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto respecto a los falsos maestros que buscaban la recomendación de la iglesia para ir de iglesia en iglesia enseñando falsas doctrinas y para beneficio personal. Por eso, el apóstol Pablo afirma que él es ministro de Jesucristo: “el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”. (2ª Corintios 3:6)

Los cristianos servimos a Cristo, pero, ¿cuál es la fe que servimos? ¿para qué estamos siendo capacitados? ¿Para nuestra gloria, para tener una ‘megaiglesia’ y que ya no quepa la gente, para que nos rindan pleitesía y podamos escribir libros de cómo hacer que una iglesia tenga éxito?

No es así, el Señor nos capacita para servir a un nuevo pacto, es decir, nunca fue la intención de Dios decir: ya vine, ya morí por ustedes, ahora a ustedes les toca organizarse, darle vida a la iglesia, administrarla, hacerla funcionar, ahí nos vemos en el arrebatamiento, háganle como puedan. En ninguna manera. El Señor dijo en Juan 14:16: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

Y Lucas 24:49 confirma: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”; Hech 1:8 “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

Es Cristo quien edifica su iglesia, quien nos ha dado su Espíritu, y quien vive y reina y está entre nosotros su iglesia, edificándola, llenándola de gracia, equipándola, llevándola al lugar que él quiere llevarla.

Esto es algo muy importante porque Pablo hace un contraste entre el antiguo pacto y el nuevo pacto, el antiguo pacto no solo es la ley, sino todo aquel sistema religioso que descansa en las obras, en la capacidad, en la competencia del ser humano y la tradición de los ancianos. Los creyentes servimos al Nuevo Pacto el cual no tiene que ver con regulaciones, sino con la acción del Espíritu Santo en el corazón del creyente. Mientras que el pacto de la letra, el Antiguo Pacto, mata: Él nos capacitó para que seamos ministros de su nuevo pacto. Éste no es un pacto de leyes escritas, sino del Espíritu. El antiguo pacto escrito termina en muerte; pero, de acuerdo con el nuevo pacto, el Espíritu da vida. (2ª Corintios 3:6 NTV)

Finalmente, con tanta regla, tradición y regulación humanas, terminamos con una gigantesca apariencia de piedad, pero como la palabra lo dice, una apariencia externa, mientras que dentro seguimos siendo el mismo pecador, la Palabra dice en Colosenses 2:20: “Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos?”

Y al no servir de nada frente a nuestra naturaleza pecaminosa, la que es nuestra verdadera enemiga, terminamos frustrados, cansados, y más esclavizados a ella que nunca. La realidad es que no experimentamos verdadera libertad, la cual no consiste en hacer lo que nos dé la gana, sino que en respuesta y por amor, hacer lo que Dios requiere de nosotros: Ministros de un Nuevo Pacto.