¿Religión, o vivir en el poder del Espíritu Santo?

El énfasis bíblico para este mes de noviembre está basado en 2ª Corintios 3:6; pero antes debemos examinar el contexto de este pasaje. Corinto era una ciudad ubicada en el Peloponeso al sur de Grecia, en la provincia romana de Acaya, a 28 kilómetros al oeste de Atenas. Su fama no solamente era la de ser una ciudad altamente ocupada en negocios, era una ciudad con una moral altamente corrupta. Donde hay dinero y comercio, hay corrupción, hay prostitución, hay todo tipo de excesos. Su fama llegó a ser tal, que se creó la palabra griega “Korinthiazonmai”, o ‘Corintear’, ‘Corintizar’, o “vivir a lo corinto”; llegó a significar “fornicar”. Y en un ambiente como este fue donde la iglesia de Corinto nació, y donde se movía, donde el Señor tenía mucho pueblo, según Hechos 18:9-11.

Su problema fue que lejos de estar influenciando el ambiente que le rodeaba, dejaron que el ambiente los influenciara a ellos, eran una iglesia mundana, que no se estaba divorciando de la cultura que les rodeaba. Había muchos que no se podían separar de su vieja vida, que no dejaban de ser egoístas, inmorales y paganos, y esto trajo como consecuencia una iglesia llena de orgullo, de división, de carnalidad, de inmadurez, de pecado. Pablo trató con todas estas cosas en 1ª de Corintios.

Además de todos sus problemas de divisiones y carnalidad, por si fuera poco, llegaron falsos maestros, lobos vestidos de oveja, quienes lo primero que hacían era pretender desacreditar a Pablo y su doctrina, obviamente para poder comenzar a sembrar sus falsas doctrinas, lo acusaban de ser orgulloso, indigno de confianza, de ser voluble, demente, incompetente y de ser un tosco o patán. Por eso Pablo se defiende en 2ª Corintios.3:6: “el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu”.

En esos tiempos, como hoy, pululaban los falsos maestros, las falsas doctrinas, de manera que era muy común que profetas o maestros trajeran consigo cartas de recomendación de la iglesia de la que provenían o pedían cartas de recomendación a la iglesia a donde habían visitado, para poder acreditarse como genuinos maestros al lugar donde llegaban.

Pero, la conducta es lo que habla directamente de la condición espiritual de una persona, su integridad personal, el fruto del Espíritu Santo en él, pareciéndose a su Señor, manifiesta su amor, justicia, misericordia, paciencia, benignidad, dominio propio, fidelidad, y hablando específicamente de un maestro o pastor, también podemos ver el fruto de su enseñanza en sus discípulos, esto habla también por la persona, y su ministerio. El fruto en la persona, y el fruto de su enseñanza en otros. Por eso dice Pablo:

2ª  Corintios 3:2 “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres”…

Y estas son preguntas que deberíamos estarnos haciendo continuamente, ¿Por qué soy conocido: por malhumorado, por impaciente, por presumido, por orgulloso, por peleonero, por informal, por chismoso e intrigante, nadie puede confiarme nada porque soy de los que dicen sí a todo y al final nunca termino nada,  por mentiroso, por hipócrita, por labioso, por flojo, por amargado, por inseguro, por rebelde?

¿Qué puede leer la gente en mí, capítulos, libros, y hasta películas donde el personaje principal siempre soy yo mismo, y lo único que lee la gente cada vez que me ve o convive conmigo, es un capítulo más del drama de mi vida? ¿O verdaderamente la gente puede ver a Cristo en mí? ¿Es evidente que soy gobernado por su Espíritu y no por mi carnalidad? ¿Manifiesto el carácter de Cristo, y la gente puede leer en mí misericordia, perdón, amor, paciencia? ¿La gente puede leer en mi manera de hablar y de vivir a Cristo y su Palabra? Vivamos en el poder del Espíritu Santo y no nos escudemos en una religión.