Una cita equivocada de las Escrituras

Continuamos hoy con nuestro texto base de Mateo 22:29, en el cual encontramos una conspiración de tres grupos político-religioso con el fin de desacreditar a Jesús como el Mesías esperado por el pueblo de Israel.

Hemos leído en reflexiones anteriores que se unen los fariseos, los saduceos y los herodianos. Cada grupo le plantea una pregunta mal intencionada. El verso 15 nos introduce al problema: “Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra”. No estaban interesados en mejorar su estilo de vida ni de agradar al Padre celestial; su propósito era malévolo.

Para lograr su objetivo, los fariseos mandan a sus discípulos con los herodianos para ver si caía en descrédito tanto en lo político como en lo religioso. La pregunta que le hacen es: “¿Es lícito dar tributo (impuesto) a César, o no?” Si Jesús decía que sí, lo acusarían de no ser el Mesías que esperaba Israel; y si decía que no, lo acusarían de traición a Roma. Pero Jesús les contesta sabiamente al exigirles la moneda de curso del imperio romano, con la imagen del César.

Por otro lado, los saduceos quieren ponerlo en aprietos con el tema de la resurrección. Y aquí es donde se enmarca el texto que hemos estado analizando: el verso 29. Los saduceos no creían en la resurrección ni estaban dispuestos a aceptarla. Al igual que los fariseos y los herodianos, su intención era acusar a Jesús de impostor y traidor. Pero Jesús con su respuesta les demuestra dos inconsistencias: 1) desconocían el verdadero espíritu de la Ley de Moisés; y 2) ignoraban o pretendían ignorar el poder de Dios.

Es en este punto que enfatizamos la respuesta del Señor Jesús. Aunque los saduceos se presentaban ante el pueblo como religiosos e intérpretes de la ley mosaica, al plantear este caso hipotético, lo que en realidad salía a la luz es que desconocían las Escrituras. En la resurrección no existe el casamiento, puesto que seremos como ángeles.

En la vida de la iglesia nos encontramos continuamente con personas que nos ponen a prueba, no como los tres grupos citados en el capítulo 22 de Mateo, sino que nos citan textos fuera del contexto para introducir sus puntos de vista doctrinales. Pero un texto fuera del contexto es un mero pretexto.

En el desierto, después de haber ayunado por cuarenta días, el diablo se acerca a Jesús bien documentado citando textos bíblicos, para tentarlo en su calidad de Mesías. Para eso, quiere ver si lo hace dudar como Hijo de Dios. Con ese objetivo, le dice que convierta en pan las piedras, para saciar el hambre; la segunda tentación es que salte de lo más alto del templo, pues está escrito que Dios mandará a sus ángeles para que no tropiece; la tercera tentación es que el Señor lo adore para recibir los reinos de la tierra. Jesús conoce muy bien las Escrituras, así como la verdadera intención de Satanás, por eso, les cita las sagradas Escrituras en su verdadero sentido y espíritu. Satanás las estaba torciendo.

Las tentaciones del cristiano hoy en día tienen que ver con el placer, el deseo desmedido de las riquezas o de vivir cómodamente a costas de cometer fraudes, mentir o proceder en contra de la doctrina bíblica y evangélica. Habrá muchos llamados amigos, compañeros de trabajo o de estudio que nos insinuarán ir o proceder en contra de nuestros principios, pero si estamos profundamente cimentados en el conocimiento de las sagradas Escrituras, sabremos vencerlos a todos ellos.

La verdadera razón de por qué muchos se desvían de la fe cristiana es por el desconocimiento de la Biblia. Son los que yerran, porque interpretan erróneamente el contenido de la Palabra de Dios. Por eso, Jesús les contestó a los saduceos: “Están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios”. (Mateo 22:29). El verdadero cristiano se sostiene por la Palabra y por el Poder de Dios.