El mes de mayo se dedica a dar honor a las madres de familia; y nuestra iglesia tiene un aprecio especial por ellas. Por eso el énfasis bíblico para este mes se basa en 2ª Timoteo 1:5, en donde leemos que el joven Timoteo recibió la fe cristiana de parte de su madre Eunice y ésta, de su abuela Loida.
Primeramente, leamos algunos aspectos de la segunda carta del apóstol Pablo a su hijo en la fe, Timoteo. Esta carta es una declaración pronunciada en su lecho de muerte, y por eso tiene una importancia que no se le da a otras afirmaciones. Es el mensaje final del apóstol Pablo.
Aquí hay cierta nota de tristeza que no se detecta en sus otras epístolas. No obstante, se insinúa una nota de triunfo. En el 4:7 leemos: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”.
Se cree que la segunda carta de Pablo a su querido discípulo Timoteo es el último de sus escritos antes de su muerte por decapitación, en Roma. Sabiendo esto, Pablo abre su carta con un reconocimiento cordial de la herencia espiritual de Timoteo. El versículo clave indica que la fe de Timoteo estaba arraigada en su madre y abuela. El apóstol dio a entender que la fidelidad a la Verdad en sus propias vidas personales, proporciona el ejemplo cristiano a las generaciones futuras. Y, naturalmente, esto era loable y agradable al Padre Celestial.
Es evidente que Loida y Eunice, la abuela y madre de Timoteo respectivamente, compartieron los mismos sentimientos como lo expresa el Apóstol Juan, cuando él declaró, “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (3ª Juan 4).
La fe que Pablo vio en Loida y Eunice, también es evidente en Timoteo. Por esta razón, y porque él comprendió que su andar cristiano estaba por terminar, Pablo aprovechó la oportunidad para referirse en su última carta, amonestando a Timoteo de cosas necesarias para persistir en el mensaje del Evangelio en su simplicidad y pureza.
Él le recordó todo lo que había logrado en el servicio del Señor, no a través de poder o habilidad humanos, sino a través del Espíritu Santo. Le dijo a Timoteo que este Espíritu no era de timidez hacia Dios, sino era el Espíritu “de poder, de amor, y de dominio propio.” 2ª Timoteo 1:7
El Apóstol Pablo continuó su carta a Timoteo diciéndole “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mi” aunque esto causarían sufrimiento (vs. 8), declarando que todo esto era “Por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo” (vs. 9) El tema central de este propósito era que, a través de Jesús, la muerte se aboliría en el futuro, y traería vida e inmortalidad “pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (vss 10). A través de su muerte como un precio del rescate y su resurrección por el poder de Dios, toda la humanidad tendrá la oportunidad de vida celestial.
Esta reflexión concluye con las palabras del Apóstol Pablo que declara que estas hermosas verdades son la razón para que él no se avergüence de sufrir aflicción, teniendo confianza que Dios mantiene las promesas de su palabra que involucra su plan de salvación. (vs. 12) Pablo amonestó a Timoteo para que persistiera en estas verdades preciosas en su corazón diciendo: (13) “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”.