El énfasis bíblico para este mes de abril está basado en la segunda carta de Pablo a los corintios (5:17), en donde él exhorta a ser una nueva criatura en Cristo. Les habla así, porque en su primera epístola los había catalogado como “niños”: “Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3 porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1ª Corintios 3:2-3). Esta iglesia ni siquiera vivió su primer amor, pues Pablo dice que eran carnales, en la primera carta.
Pero después de esta reflexión, las siguientes tendrán como tema la Semana de Pasión y Resurrección.
Pablo escribió esta Segunda carta a los Corintios, muy poco tiempo después de haber escrito la primera, desde Éfeso. Se encontraba allí en desarrollo de un ministerio muy activo. Como él mismo había dicho en 1ª Cor. 16:9, «porque se me ha abierto puerta grande para el servicio eficaz, y hay muchos adversarios». Creemos que el ministerio más amplio de Pablo tuvo lugar en Asia Menor, siendo Éfeso el punto de partida y centro de actividades para el evangelio.
La iglesia de Corinto estaba llena de creyentes en un estado de niñez espiritual, eran inmaduros en el conocimiento de Cristo. Querían que él les prestara atención, que estuviera pendiente de ellos. Incluso se lamentaban como los niños de corta edad. Como Pablo no podía ir por ahora, les escribió la primera epístola y les informó que los visitaría más tarde.
Pablo permaneció en Éfeso por unos tres años, pero envió a Tito a Corinto, al no poder ir él personalmente en esa oportunidad. Afortunadamente, Tito trajo buenas noticias, porque los Corintios habían obedecido lo que Pablo les había aconsejado hacer en su primera epístola.
Pablo les habla ahora del nuevo nacimiento en Cristo. Todos los poderes y las maravillas de la vida cristiana están centrados en este milagro esencial de la Cristiandad. Este milagro en el alma comunica una nueva vida en el individuo: su nuevo nacimiento.
Un líder religioso (Nicodemo) le preguntó a Jesús: «¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo?» (Juan 3:1-5) Jesús le dijo que él necesitaba un nacimiento espiritual. Sí, fue un milagro del Espíritu Santo de Dios dar vida a la muerte espiritual. «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12).
Hay tres maneras en que una persona no puede nacer de nuevo. El apóstol Juan dice «los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (v. 13).
Esto es «no de sangre», porque no es un proceso de la naturaleza. No es por descendencia de nuestros padres, ni es producto de la naturaleza humana, ni de la evolución espiritual o religiosa. Yo no soy cristiano porque mis padres eran cristianos. Mis hijos no son cristianos porque yo soy cristiano. Su aristocracia espiritual no significa nada para Dios.
No es por un deseo sincero y apasionado de ser mejor como se expresa en las buenas obras religiosas. Usted no es nacido de nuevo por sus esfuerzos o por la determinación de vivir una buena vida, o imitar las virtudes de Cristo. Usted no puede entrar en una nueva vida en Cristo por ningún poder natural.
No se logra por «la voluntad del hombre.» Ninguna decisión por su parte trae la regeneración espiritual. Es un acto de Dios solamente. No es por mi voluntad que yo soy nacido de nuevo. No es donde hay una voluntad hay un camino, porque ningún individuo puede otorgar vida espiritual a otra persona. La verdad central del cristianismo es que una persona debe ser «nacida. . . de Dios”.