El acceso a la Palabra de Dios, desde 1517
La Reforma Protestante fue algo más que un movimiento religioso; fue además una revolución cultural y social que se extendió como la pólvora por todo el continente europeo y sacudió las rancias estructuras del poder religioso y político, trayendo una brisa fresca de libertad de conciencia y acceso a la Palabra de Dios.
Vamos a considerar, por el poco espacio, algunos beneficios y libertades que forman parte de la sociedad moderna occidental, que a veces los tomamos como algo que siempre ha existido.
La lucha contra el analfabetismo. En el siglo XVI no había derecho a la educación y la gran mayoría de la población permanecía analfabeta y alejada de la cultura en general. Solo los nobles, o los ricos, podían acceder a algún tipo de formación escolar. Lutero creía en el poder de la palabra impresa y por ello se dedicó a la ardua y laboriosa tarea de traducir la Biblia directamente desde sus idiomas originales al idioma del pueblo. Hasta entonces, las Escrituras eran comúnmente leídas en latín y solo tenían acceso a ellas el clero y ciertos sectores de la nobleza. Por eso, la traducción de la Biblia a la lengua germana hecha por Martin Lutero es considerada fundación y origen del idioma alemán moderno.
Nuestra patria también tuvo su propio Lutero en la persona de Casiodoro de Reina, escritor, teólogo, traductor y autor de la primera traducción completa de la Biblia al idioma castellano en el año 1569. Esta copia de las Escrituras fue años más tarde revisada por su discípulo Cipriano de Valera, produciendo así la actualmente famosa y reconocida Biblia de Reina-Valera; la Biblia más vendida del mundo en idioma español, considerada al mismísimo nivel (literario) de la novela cervantina Don Quijote de la Mancha en cuanto a la influencia y repercusión que tuvo en nuestro idioma castellano actual.
El bienestar social. La Reforma entendió que el mandamiento del Señor Jesucristo de amar «a tu prójimo como a ti mismo» (Mat. 22:39) significaba cuidar del bienestar de sus conciudadanos sin considerar su origen o condición social. Lutero se opuso a la acumulación desmesurada de riquezas y a la excesiva usura de los poderosos. Asimismo, con su innovador concepto de proveer un fondo de ayuda social para quienes no tenían trabajo o no podían trabajar, sentó las bases para lo que hoy conocemos como la ayuda y fondos sociales.
El número de evangélicos que fundaron hospitales, colegios y orfanatos es colosal. Entre los ejemplos más famosos de protestantes que aportaron su grano de arena al bienestar social, tenemos el de Henry Dunant (1828-1910), suizo de nacimiento y activista social por vocación. Dunant fue el fundador de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, instituciones humanitarias ideadas para proteger la vida humana y ofrecer alivio en medio del sufrimiento físico.
La dignificación de la raza y las culturas. La Biblia declara que no existen diferentes razas humanas, sino una sola: la humana (Hech 17:26). Todos los hombre y mujeres comparten un mismo origen y deben ser considerados miembros de la misma familia. Es cierto que nuestro mundo está constituido por diferentes naciones, tribus, pueblos y lenguas (Apoc. 7:9), pero formamos una sola unidad racial. Así que la Reforma puso un gran énfasis en el hecho de que todo ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios con alta dignidad y valor (Gén. 1:27).
La abolición de la esclavitud. La dignificación del ser humano —independientemente de su sexo, raza, orientación política o religión— también es una consecuencia de la teología reformada y su cosmovisión de una humanidad formada a semejanza de su Creador.
El cuidado medioambiental. Los reformadores recordaron que el ser humano ha sido colocado en este mundo como mayordomo y regidor del medioambiente y de sus recursos naturales. El mar y la montaña, los árboles y las flores, los pájaros y los ciervos, todo, absolutamente todo, ha sido creado por Dios y confiado en nuestras manos como un préstamo.
Es por eso que debemos dar gracia a Dios por la Reforma Protestante, para no olvidarla.